La estafa del paro cívico
Por: Juan José Bedregal, analista económico
Santa Cruz sufre un daño económico de $us32 millones por cada día de paro cívico. Este daño lo sufren principalmente los sectores que dejan de trabajar y percibir ingresos: transportistas, mercados, restaurantes, obreros que no llegan a sus fuentes de trabajo, pequeñas y medianas empresas que no pueden sacar su producción ni reciben a sus trabajadores. Ellos cargan con el peso de dejar de percibir ingresos por un día.
Del otro lado de la vereda, las grandes empresas no paran, y los medios de comunicación tampoco. El agronegocio sigue abasteciendo a sus mercados del interior y exterior del país, las grandes cadenas de supermercados se benefician subiendo sus precios con la histeria colectiva del “abastecimiento para el paro”, lo mismo que las telefónicas, los bancos y otras entidades financieras. Red Uno, perteneciente a la familia Kuljis, no para; tampoco Unitel, propiedad del clan Monasterios; los Rivero Jordán, dueños de El Deber, no acatan el paro cívico; las empresas del gobernador Fernando Camacho, como Sofía o la aseguradora Nacional Vida, tampoco dejan de trabajar.
Las logias del Comité Cívico cruceño no acatan el paro que ellos mismos convocan: los Marinkovic, los Nayar, los Matkovic, los Cochamanidis y los Larach, entre otros clanes familiares que manejan la dirigencia cívica por generaciones, mantienen sus empresas operando mientras el brazo paramilitar del Comité, la tristemente célebre Unión Juvenil Cruceñista, hace cumplir el paro a costa de violencia y amedrentamiento a la población.
Así como las grandes empresas no paran, sus dueños tampoco dejan de percibir ingresos. El perjuicio económico es absorbido por las familias más pobres, micro y pequeñas empresas, gremiales y transportistas. No es de extrañar que crezca el descontento en estos mismos sectores que, tras una racha de 6 paros cívicos cumplidos a medias entre 2021 y lo que va del 2022, ven mermados sus ingresos diarios por dictamen de una cúpula que no sacrifica un centavo.
Esta estafa se encubre atrás de discursos chauvinistas que exaltan a la región por encima del país y llaman a “asumir el sacrificio” en pos de las más vagas entelequias. Frases como “hoy la historia nos llama a luchar”, “siempre libres cruceños seamos”, o “la región que más aporta al país”, son utilizadas frecuentemente por los medios de comunicación para instalar la matriz discursiva del paro cívico, matriz que se condimenta en las redes sociales con un fuerte contenido racista y regionalista.
Estos chauvinismos se reproducen por los medios y redes en los días de paro mostrando las “ollas comunes” costeadas por los cívicos en las rotondas de la urbe cruceña, pretendiendo mostrar solidaridad para encubrir la estafa. A esto se suma la multiplicidad de casos de agresiones de la “Unión Juvenil” contra deliverys, transportistas y ciudadanos que deciden salir a buscar el sustento diario por encima de la dictadura cívica; los recientes casos de trabajadores obligados a quedarse en casa o instalar puntos de bloqueo durante el paro cívico, para luego tener que reponer esas horas durante las siguientes jornadas laborales.
¿Es justo que miles de familias sacrifiquen su sustento diario mientras los grandes empresarios no dejan de facturar ni por un minuto? ¿Es justo renunciar a las tres comidas del día a cambio de una olla de majadito, mientras los logieros y comparseros hacen churrasco y engordan tras las paredes del Comité Cívico? ¿Cuántas veces más cargarán las familias cruceñas con los $us32 millones que cuesta cada día de paro cívico?